"el mismo que es abrazado"

domingo, 25 de abril de 2010

El escándalo de los abusos y el abuso de los escándalos

La pedofilia y la papafobia se han unido estos días para gozo de El País y otros medios. Una foto del Papa con un grupo de niños de Baviera, al lado de una noticia de pedofilia, ya no necesita de mayor comentario para provocar el efecto deseado.

No es hipocresía el que una institución no considere aceptable la pedofilia y que haya casos en su seno que sigue considerando aún más inaceptables.

Es hipocresía que los mismos medios de comunicación que hace pocos meses ensalzaron a Michael Jackson, ahora consideren estos escándalos como el final de “una institución que no ha sabido adaptarse a la modernidad”.

Es hipocresía que los mismos medios que en sus anuncios promueven el comercio del sexo con “aniñados” y “aniñadas”, y que hasta hace poco invadían los hogares de anuncios e imágenes pornográficas (la Localia de Cebrián), ahora enfoquen todo su arsenal hacia la Iglesia.

Es hipocresía que El País se presente moralizando, los mismos días en que sus articulistas siguen degenerando. Elvira Lindo nos habla con simpatía de un párroco homosexual episcopaliano que encontró en Nueva York, que tenía su casa decorada con “dibujos de efebos mostrando unos nada desdeñables miembros”, según ella nos cuenta en El País del 21 de marzo. Este es el modelo de sacerdote que interesa a ese periódico.

Es hipocresía que la fuente principal del New York Times para su artículo contra el Papa –al cual no le han dado seguimiento después de que el Vaticano mostró correctamente la cronología de los hechos- haya sido el arzobispo emérito de Milwaukee con el que Ratzinger se enfrentó precisamente por su homosexualidad practicante, según informa George Weigel, en First Things, al tiempo que señala que en los Estados Unidos entre un 6 y un 10% de los alumnos de colegios públicos sufren abusos sexuales.

Es hipocresía que se maneje la noticia de los abusos de un colegio laicista alemán con atenuantes del tipo: "Sin duda, la estricta cercanía entre educadores y estudiantes ofrece un entorno con riesgos más altos" (El País 9/4/2010). Al director, uno de los principales sospechosos en los casos de pederastia, se le mantuvo como asesor del Ministerio de Educación hasta 1999, pese a que el gobierno regional conocía estas acusaciones. Pero los atenuantes que ese periódico nos muestra para el colegio laico (aunque lo que más repite no es “laico” sino “de élite"), se ha cuidado de no usarlos para otros colegios.

Es hipocresía que en la cadena SER hayan montado el audio de una entrevista con Pedro Miguel Lamet para que dijera lo que no dijo. En su blog califica el asunto como “abuso intolerable de los muchos que me ha hecho la Ser, que está utilizando este tema de la pederastia como una revancha anticlerical que nada tiene que ver con la justicia y la purificación necesaria contra este grave delito y lacra de la Iglesia”.

Es hipocresía que esos medios no hayan criticado a una institución confesionalmente pedófila durante los últimos años, un partido político, que desde el 2006 pedía en Holanda la liberación de la pornografía infantil y de las relaciones sexuales por consenso entre adultos y niños a partir de los 12 años.

Es hipocresía que algunos supuestos herederos de mayo del 68 sonrían cuando el líder de aquella revuelta, Cohn Bendit, escribe en su biografía el placer que le daba rozarse con niños en la guardería en la que trabajaba, o que el ministro de cultura francés, Frédéric Mitterrand, publique un libro autobiográfico, La Mauvaise vie (La mala vida), en el que confiesa haber viajado a Tailandia para tener sexo con chicos jóvenes de los prostíbulos de Bangkok. "Todo ese ritual de feria de efebos, de mercado de esclavos, me excita enormemente", cita Vargas Llosa en su artículo “Desafueros de la libido”, en El País (18/10/2009).

Es hipocresía que otra de esas empresas de comunicación, la Sexta, presentara, hace dos años, unos espeluznantes dibujos animados a medianoche donde unos adultos abusaban sexualmente de una niña de todas las maneras posibles hasta dejarla en un charco de sangre.

Es hipocresía que el mismo partido gobernante, que debería encargarse de evitar esos contenidos de la programación, ahora anime, por boca de su secretaria de Política Internacional, Elena Valenciano, a que se denuncien los casos de pederastia “en la Iglesia”. No en general, sino en la Iglesia. Y ya avisa que se generará "un rosario de denuncias" y crecerá la presencia en los medios de comunicación "de personas que cuentan su historia". Por lo visto, no importan otras víctimas: ni las de la escuela de kárate de Canarias, ni las del imán de Cartagena, ni las de los cascos azules en Costa de Marfil, Haití, Líbano, Liberia, Sudán o Congo, denunciado por Save the Children (La Jornada, 7/11/2009; EFE 13/8/2008), ni los casos de abusos de menores en centros bajo tutela del Estado en Cataluña, Andalucía y Madrid (informe de Amnistía Internacional en el que se denuncian violaciones y suicidios en esos centros, El Mundo 16/12/2010). Ella, Elena Valenciano, dijo bien claro “en la Iglesia”. ¡Anímense todos, se abre la veda! parece decir. Al igual que determinados bufetes de abogados de Estados Unidos que se dirigen a ex alumnos de colegios católicos anunciando los montos de dinero que pueden ganar si se animan a meter una denuncia, antes de preguntar si hubo abusos.

Es hipocresía que la ministra de justicia de Alemania, militante por la legalización de las relaciones sexuales entre adultos y adolescentes, se rasgue las vestiduras y ataque sólo a la Iglesia católica.

Es hipocresía que algunos autoconsiderados como “el mundo de la cultura” hayan defendido anteayer a Roman Polanski para no ir a juicio por haber violado a una niña de 13 años, y hoy pidan la hoguera para este Papa. Algunos lo hacen explícitamente (Juan Bedoya en El País 11/4/2010: “Ratzinger en la hoguera”). Un artículo que más bien describe al periodista-minipimer: “métanse dos tazas de derecho canónico antiguo, cuatro frases del Papa, dos noticias ciertas, cuatro no tan ciertas, tres a medias, aderécese con mentiras al gusto, déle a la batidora y bébase fresco”.

Es hipocresía que la defensora del lector de El País (28/3/2010), pida disculpas por las tergiversaciones evidentes que hace su periódico, en tres ejemplos de noticias en las que protestan las personas entrevistadas, y no lo haga por todas las tergiversaciones y generalizaciones que hace superiódico sobre la Iglesia.

Algunos ejemplos de manipulación informativa: El domingo de resurrección, 4 de abril, El País titula en primera página: “El Vaticano se corrige y rechaza comparar la crítica al Papa con el antisemitismo”. Y el subtitular: “Los anglicanos ponen en duda la credibilidad de los católicos”. No comentaremos la primera porque aunque uno tuviera un amigo judío que nos escribe una carta, es sabido que del holocausto solo pueden hablar determinadas personas y lobbys. Comentemos la segunda. En interior, la noticia ya se titula: “Los anglicanos piden disculpas a los católicos tras criticarlos”. Sorpresa. Es en el periódico del mismo día. Pueden volver a leerlo. Y es que el día anterior ya habíamos visto en Internet cómo el primado de la Iglesia anglicana se retractó casi inmediatamente de sus declaraciones. Pero para El País eso no cuenta a la hora de dar noticias sobre la Iglesia. Es como si en la primera página nos dijeran: “El Madrid empató ayer 0-0 con el Barcelona” (evidentemente es un ejemplo ficticio, mientras esté Messi). Pero luego vas a mirar en el interior del mismo periódico y lees: “El Madrid empataba 0-0 en los primeros 32 minutos pero al final el Barcelona ganó 0-2”. Así es. Pero no se trata de “El Jueves, la revista que sale los miércoles” sino del diario que más opinión mueve no sólo en España sino en todo el mundo de habla hispana. Es increíble la cantidad de articulistas de periódicos de provincias, de blogueros, de tertulianos de radio, que basan sus comentarios en la noticia tal como la da El País.

En estos días se puede resaltar, por ejemplo, cómo ha circulado la noticia dada por El País sobre el comentario del Papa al Ángelus del último domingo de cuaresma, 21 de marzo. El Papa no hablaba más que del evangelio correspondiente del día, lo cual parece lógico y de pleno derecho. Repitió las mismas palabras del evangelio: “El que esté libre de pecado que tire la primera piedra”. No mencionó para nada los escándalos de pedofilia. Repitió lo que es doctrina tradicional, diciendo: “Aprendamos a ser intransigentes con el pecado - ¡empezando por el nuestro! - e indulgentes con las personas”. Pues aunque el Papa no habló para nada de pedofilia en ese momento –lo habló, y con franqueza en numerosas ocasiones en estas semanas- , el diario El País manipuló al día siguiente la noticia de tal modo que ofreciera la impresión de que el Papa estaba perdonando a los pedófilos. Para asegurarse de que la noticia fuera así entendida, saca a la tropa a repetir la misma canción, siguiendo la táctica nazi de repetir una mentira muchas veces para que acabe siendo verdad. Varios articulistas la repiten. El 27 de marzo, por ejemplo, Tamayo manipula de esta manera en El País: “El propio Benedicto XVI ha llegado casi a exculpar a los clérigos pederastas al afirmar que hay que ser intransigentes con el pecado e indulgentes con el pecador, y que el que esté libre de pecado tire la primera piedra”. Siguen queriendo unir, ante la opinión pública, cosas que el Papa no ha relacionado, y además ignorando una parte importante: “¡empezando por el nuestro!” decía el Papa refiriéndose a la intransigencia con el pecado. Pero Tamayo da un paso más y, además de omitir o manipular, cambia la frase inmediatamente después, y dice: “Ser indulgente con el pecado [es justo lo contrario de lo que dijo el Papa] en este caso lleva a la impunidad, y constituye una nueva agresión a las víctimas. Además, el Papa ha sacado de contexto un bello texto del evangelio, en el que Jesús pronuncia estas palabras para salvar a una mujer adúltera de la lapidación”. Increíble pero cierto. ¿Quién es el que ha cambiado el contexto de la frase?

De esa noticia dada así por El País y comentada por sus articulistas, han salido después ríos de tinta de articulistas de otros medios criticando ese perdón del Papa a los pedófilos, dándolo por cierto. En el editorial del 5 de abril, El País sigue con la misma mentira: “El pontífice se refugiaba en el dicho bíblico el que esté libre de pecado que tire la primera piedra”. Un editorial que termina recomendando a la Iglesia que se calle, al mismo tiempo que en el artículo de ese día vuelve a quejarse de que el Papa no habló de pedofilia durante la Semana Santa. ¿En qué quedamos: que se calle o que no se calle? ¿Alguien lo entiende?

Pero todavía siguen con la misma mentira el domingo 11 de abril. Veamos lo que dice Javier Marías: “Pero quizá la reacción más taimada ha sido la del propio Papa, quien ha quitado importancia a esos abusos recurriendo a la cita evangélica “El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra””. Juan Bedoya dice el mismo día 11 de abril: “"El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra", se ha justificado Benedicto XVI la pasada Semana Santa”. ¿Puede haber más fanatismo que el de El País? ¿Puede un periódico, que pretende pasar por serio, volverse tan visceral que olvide las mínimas normas de la profesión periodística? Ni Benedicto XVI se justificó ni relacionó siquiera ese texto con la pedofilia. Pero de tanto insistir estos enemigos de la verdad, la opinión pública española (y suponemos que hispana en América), se ha quedado con que el Papa sí ha aplicado el texto del evangelio para excusarse.

Demos un tercer ejemplo. El 8 de abril El País titula en primera página: “13000 llamadas desbordan la línea de abusos de la Iglesia alemana”. En el interior se lee: “Según los datos ofrecidos por Kronemburg (el portavoz encargado de la Iglesia), el número total de llamadas fue de 13.293, hechas por 2.670 personas, ya que muchos lo intentaron varias veces antes de lograr comunicarse”. Ese mismo día, Le Monde daba la noticia en un pequeño recuadro en páginas interiores, con la cifra: 2.670 personas. En el informe de Kronemburg se lee que entre esas personas hay víctimas, familiares de víctimas y denuncias por agresiones físicas. Entonces, ¿cuantos casos son? El mismo artículo de El País dice que desde principios de año han salido a la luz más de 300 casos de denuncias de abusos físicos y sexuales que corresponden, en realidad, a cuatro décadas, entre 1950 y 1990. Pero eso está en páginas interiores, a donde los señores de El País saben que no llegan muchos lectores, que se quedan con el titular de la primera página.

Cuando se dice que en la sociedad el tema es de una gran magnitud, no se trata de echar balones fuera de la Iglesia, sino por ir a la raíz y causas del problema si lo que interesa realmente no es acabar con la Iglesia sino con la pedofilia.

Félix López Sánchez, catedrático de Sexualidad de la Facultad de Psicología de la Universidad de Salamanca, parece haber hecho el único estudio a nivel nacional sobre pederastia en España, según El Mundo (3/4/2010). Reconoce que la pederastia se da también en las familias y en las escuelas, y que es silenciada por las madres y los colegios. Su informe, de 1995, concluía que el 15% de los chicos y el 23% de las chicas sufrieron algún tipo de violencia sexual en su infancia. El clero aparece como abusador del 1% de las chicas y del 9% de los chicos. Una desgracia para las víctimas y para la Iglesia. Enorme pecado e injusticia que se debe juzgar, reparar y castigar, como ha reconocido el Papa. Y prevenirlo, descubriendo y combatiendo sus causas.

Pero, desde el punto de vista de todas las víctimas y de la honestidad intelectual, ¿acaso es justo olvidar al otro 99% de las chicas y el otro 91% de los chicos? En Estados Unidos, en el 2008, se identificaron más de 62.000 autores de abusos de menores, según el informe nacional sobre el maltrato de los niños. Y en Alemania la canciller dijo en el Parlamento (17/3/2010): "El drama de los abusos a menores es un crimen abominable que ha sucedido en muchas áreas de la sociedad". Y añade: "Aunque los primeros casos se hayan descubierto en la Iglesia católica, no tiene sentido concentrarse sólo en un grupo". Pero parece que para algunos sí tiene mucho sentido. La pedofilia (y sus verdaderas causas mucho menos) no parece interesar tanto por las víctimas como para uso de la papafobia.

Señores de El País, nadie les pide que sean laicos católicos. Ni siquiera que moderen su postura laicista excluyente y anticlerical. Solo les pedimos que intenten servir a la verdad buscando mayor objetividad. Simplemente: que sean periodistas.



Fdo.
Benjamín González Miranda

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